A los conceptos anteriores de competencia profesional, reducidos a sus aspectos más prácticos, se pueden ir añadiendo afortunadamente rasgos novedosos que van enriqueciendo el enfoque de las competencias. De esta forma se sobrepasa la simple faceta “manual” o “práctica” para incorporar otras dimensiones de carácter cognitivo, actuacional, comunicativo, social y ético. Es así como el término de competencia profesional se va transformando en un concepto cada vez más complejo, de naturaleza esencialmente multidisciplinar e interdependiente, que integra las aportaciones de la lingüística, la sociología, la psicología, la pedagogía y la filosofía primordialmente. Cuando además se desea incorporar a su definición las nociones de cambio e incertidumbre (recuérdese que el contexto implicaba la posible modificación de las circunstancias en las que desempeñar una ocupación), surge la oportunidad de
abordar el análisis del
término desde un paradigma integrador como es el pensamiento complejo. No
adoptaremos aquí este enfoque, pues no es nuestra intención acogernos a ninguna
perspectiva o metodología concreta. Nos interesa, en cambio, mostrar los
diversos componentes que pueden confluir en la construcción del concepto, a fin
de elevar una propuesta integradora que permita desarrollar todas las
hipotéticas ventajas y bondades que se han puesto de manifiesto en la
bibliografía sobre los currículos basados en competencias.
Desde una noción
integradora, entonces, más cercana a la naturaleza de la educación superior,
las competencias se entienden como procesos complejos que las personas ponen en
acción actuación- creación, para resolver problemas y realizar actividades (de
la vida cotidiana y del contexto laboral-profesional), aportando a la
construcción y transformación de la realidad, para lo cual integran
el saber ser
(automotivación, iniciativa y trabajo colaborativo con otros), el saber conocer
(observar, explicar, comprender y analizar) y el saber hacer (desempeño basado
en procedimientos y estrategias), teniendo en cuenta los requerimientos
específicos del entorno, las necesidades personales y los procesos de
incertidumbre, con autonomía intelectual, conciencia crítica, creatividad y
espíritu de reto, asumiendo las consecuencias de los actos y buscando el bienestar
humano.
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